martes, 1 de mayo de 2007

Es un sufrimiento, no puedo parar...

Una hinchada tan ingeniosa como la de San Lorenzo ya debería evaluar la posibilidad de cambiar la letra de "es un sentimiento, no puedo parar" por "es un sufrimiento, no puedo parar". ¡¿Cómo pudo haber llegado el equipo de Ramón a ese final no apto para cardíacos (nunca más apropiada la frase hecha)?!

En realidad, primero hay que ver cómo San Lorenzo llegó a ponerse 3 a 0 en un tiempo sin armar una sola jugada asociada. No se puede innovar demasiado en las explicaciones ni mucho menos ser ingenioso con los argumentos. Simple I: Adrián González le pega como los dioses, le pegó como los dioses en dos tiros libres (uno a cada palo) y 2 a 0. Simple II: Lavezzi está como loco, imparable, con una confianza a prueba de balas, pasa de segunda a quinta con una naturalidad que deja pasmados a los defensores (cuando no lo paran con falta) y, apenas puede, te rompe el arco. Otras explicaciones sonarían ridículas, rebuscadas o raras. Bueno, también se podría hablar de contundencia: cuatro tiros serios al arco y tres goles.

El empate de Racing llegó unos minutos antes de que San Lorenzo saliera a la cancha y se gritó como un gol propio. Por más que Ramón haya intentado mentalizar a sus chicos de que se olvidaran de eso, abstraerse de un clima de tanta euforia es sólo para robots o cracks. Y en este cuadro, salvo Lavezzi, son todos humanos. Empezando por los otros dos jugadores de Selección. Orión tuvo un par de salidas con el pie que, en otras circunstancias, daban para chiflidos generalizados. Y Ledesma, tan prolijo habitualmente, intentó pases insólitos y se autoamonestó por no largar la pelota a tiempo. Si los de Selección hacen eso, ¿qué pedirles a Aureliano o al Malevo, que no terminan de arrancar pese a que son titulares inamovibles? Así, con la ansiedad a pleno, salió a jugar San Lorenzo. Y la ansiedad no es buena amiga de las cabezas que quieren pensar con la mente despejada. Por momentos, después de ese extraño primer tiempo, pareciera que a San Lorenzo le alcanza con el envión de querer ganar para poder hacerlo. Como si fuera una cuestión de fe. Y claro, como en los asuntos religiosos, es creer o reventar. A esta altura, con el equipo líder con cuatro de ventaja, la balanza se va inclinando para el lado de creer.

En el segundo tiempo, Ramacciotti se la jugó grande: defensor por delantero. El mensaje fue nada de perder por poco, el 0-3 era remontable. La sensación del técnico visitante se notó rápido. San Lorenzo estaba en las nubes, como tildado por el gol de Sava y la goleada caída del cielo. Tenía que entrar uno y después todo era posible. Porque Lavezzi seguía inquietando pero sin tantas energías. Y porque González volvió a tener un tiro libre (tipo córner corto) pero esta vez el Mono se lució. Listo, eso era San Lorenzo adelante. ¿Y atrás? Tenían que aguantar los del fondo, ya que en el medio nadie hacía pie. Entonces Chicago copaba la parada, abría la cancha y llegaba. Entró el primero (la suerte de Ramón no es perfecta) y también el segundo. Ahí, justamente ahí, era el momento para que sonara el "es un sufrimiento...". Porque así llegó San Lorenzo hasta el final. Muchos dirán "qué importa si igual gana". Importa, porque hay que dejar el corazón tranquilo para que soporte las emociones que se vienen.

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